jueves, 30 de octubre de 2008

¡Todos contra el muro!




Confesaré que se me agotan las energías cuando

cierro los ojos, los abro y los cierro otra vez.

El mundo ha robado gran parte de mis ganas:

cuando veo a un anciano en la vereda,

cuando un niño llora de soledad,

cuando mi madre llora por mi culpa.

Mi apariencia es la de una mujer olvidada

por la suerte, pero no pierdo la esperanza.

Mi pelo crece un milímetro cada día

y mi piel emblanquece durante el invierno.

Me han robado la voz con un beso bastantes veces,

pero me he preguntado si son las suficientes.

Confieso que me carga la poesía cuando es pose,

cuando no tiene voz ni emoción,

probablemente la mía también peque de eso.

Me he confesado ante un cura, he sido juzgada

por algunos de ellos, y he logrado

arrepentirme de confesarme ante ellos,

pero no me he arrepentido por mis pecados.

Ya no creo en un dios que juzga,

ya no creo en iglesias,

ya no creo en príncipes ni princesas,

ya no creo en amores eternos,

ya no creo en líderes,

en partidos,

ya no creo.

Tengo la voz silenciada por culpas ajenas,

el mundo me da vergüenza,

por eso vago en un mundo de fantasía.

Me avergüenzo de lo que hacemos

hemos convertido la libertad de comercio

en una nueva esclavitud, nos regocijamos

en la pobreza, en la ignorancia.

A pesar de todo ello amo la vida,

amo a todos los seres que habitan el mundo

amo la naturaleza.

Tengo amores imposibles,

sueño con un futuro mejor y

doy lo mejor de mí siempre.


(Confieso que me da vergüenza publicar esto)

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