jueves, 30 de octubre de 2008

Sobre las quemaduras

"Mi entendimiento actual está cansado y no quiere razonar que no han sido los lagartos ni las flores quienes se han convertido de entonces acá en mal, sino que la transformación ha tenido lugar en mi corazón y mi mirada." Hermann Hesse


Dicen los conformistas ingenuos que siempre hay una balance entre lo bueno y lo malo. En mi vida, el balance estuvo alguna vez, pero un desalmado se lo robó y ni siquiera me dejó una pisca, nada. Por eso que en mi vida todo son extremos: pasiones, dolores, iras, nada es a medias. No es algo de lo que me enorgulleza, pero es lo que es; antes que mentirle a alguien, lo peor es tratar de engañarse a sí mismo. Por eso creo y sé que algún día mis pasiones me llevarán al éxito más rotundo o a la perdición más profunda. Puede ser, también, que un día me vuelva completamente loca, pero jamás haré daño a nadie más que a mí misma. El problema de vivir en los extremos es que sabes que dentro tuyo arde una pequeña llama que algún día puede convertirse en incendio, no sabes el día ni el lugar, pero sabes que ocurrirá. Esa llama es difusa a veces, otras su imagen se aparece clara y nítida en tu mente, la puedes sentir como quema al más mínimo estímulo y desata una tempestad de emociones inesperadas. He ahí otro de mis problemas, la absoluta incapacidad de separar mis pensamientos de mis emociones: Todo se mezcla y confunde en una espesa sopa donde las ideas y las sensaciones luchan unas contra otras para ver cuál es vencedora. Sin embargo, no creo que de esta lucha desatada deba salir un ganador y un perdedor necesariamente; desde este momento hago un llamado a que la pelea resulte en empate sin posibilidad de discusión. Que mis emociones y mis pensamientos convivan a la vez como hermanos. Sería todo más fácil.

Por ahora, cuidado con quemarse.

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