lunes, 12 de enero de 2009

Oh, me preguntaron por qué me cargan los actos altruistas tan de moda por estos días.
Eso es como preguntarme por qué me cargan las crisis económicas: porque es obvio, nada más. Va el señor a la televisión y dona cien millones de pesos a una fundación "equis". El público aplaude de pie emocionado, sueltan unas cuantas lágrimas(no dudo de su honestidad) y se van a su casa tranquilos porque hicieron la buena obra del día. El señor filántropo se siente en paz consigo mismo y su imagen pública es automáticamente saneada. Al día siguiente llega a su trabajo con una sonrisa en la cara, feliz, radiante. Parado en la puerta de su oficina, un empleado que él nunca había visto lo espera. Lo hace entrar a su despacho con un gesto brusco y con expresión de enfado en la cara. El obrero se sienta y comienza a hablar: quiere pedirle un aumento de veinte mil pesos. El jefe, poniendo expresión irónica, le dice: Si te despido hay una fila de cuatrocientos hombres esperando por tu puesto, si te gusta te quedas y si no te vas. Él, el filántropo que donó cien millones en la televisión a una fundación cualquiera, no quiere dar veinte mil pesos más a un hombre que trabaja en la empresa que hace de él un hombre millonario. ¡Vaya solidaridad la nuestra!

Las palabras maduras que no quiero escuchar

Un amor imposible e insospechado
absolutamente reprochable e inmaduro
de adolescentes
de irresponsables
de pendejos malcriados.
Un amor fatal
que inflama
que quema la razón
y roza la tontería.
Un amor misterioso
vulnerable
irracional (¡ya lo sabemos!)
un amor de esos pocos...

Tómalo o déjalo.