martes, 16 de febrero de 2010

Sobre el mundo y El Lobo Estepario

Siempre he querido ser escritora. Algo así como el personaje Harry Haller, El Lobo Estepario, una persona que luego de vivir mucho, escribe. Y si hasta ahora no he comenzado un proyecto de cuento o novela es porque odiaría convertirme en uno de esos que creen que haber aprendido las reglas básicas de narración, conocer a los novelistas más importantes y hablar de ello con suma arrogancia, los convierte en artistas. No. Todo excepto eso. Prefiero ser como los escritores que nadie comprendió sino hasta que estaban muertos que ser una marioneta de mi ego, del ego que construyen las críticas ajenas, las buenas. Prefiero pasar por ignorante cuando los egos comienzan a competir entre ellos en conversaciones que no llegan a nada. Yo escucho en silencio y aprendo del hombre: de sus errores, de sus aciertos. Y espero. Espero la llamada. Esa que un día llega y convierte tus letras en espíritu. No sólo en fórmulas e ideas ya dichas antes. Espero la llamada de la madre, como diría Hesse en Narciso y Goldmundo. Porque la razón y las ideas se han hecho insuficientes para expresar un mundo que no comprendemos desde nuestra insignificancia. Creo que la vida es un proceso que sólo los locos pueden comprender. Porque el mundo no es para cualquiera, es sólo para locos, parafraseando la obra.

Escena

Salió corriendo por la arena de la playa detrás de un avecilla pequeña. El ave en vez de echar a volar se sacudía con aletazos sublimes en su belleza inocente, mientras el perro jugueteaba dulcemente intentando atraparla. El pajarillo se demoraba y daba pequeñas sacudidas con sus alas, intentos falsos de volar justo cuando la pata del otro animal conseguía llegar a las suyas. El agua del mar sonaba como la gran banda sonora de la vida natural. Tras las olas en la arena húmeda quedaban registradas momentáneamente las huellas de las inocentes criaturas, que eran borradas al instante por otra ola feroz. El perro de pronto se detuvo, cansado, y se sentó apoyando su hocico en sus patas delanteras. El ave lo observaba de frente, también cansado. De pronto un pez asomó por sobre una ola y el ave voló tras él. Se terminaba el juego.