"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo." Oscar Wilde
sábado, 30 de julio de 2011
ALGO
Tengo que decir dos cosas importantes: primero, yo no soy como tú. Yo no me creo inteligente, no me creo un santo, no me creo salvador del mundo, no me creo mesías, político, revolucionario...La única cosa que creo que soy es que soy un ser humano completamente incoherente, absurdo, perdido y adolorido como la mayoría. Sólo tuve el infortunio de caer entre un montón de personas que creen que lo saben todo y que tienen una respuesta ingeniosa o inteligente para cada cosa que tú pienses y que se te ocurra, aunque sea por accidente, enunciar. Es abrumador.
Segundo, entre las pocas cosas que creo firmemente está que así como yo soy incoherente e ignorante, creo que tú también lo eres. Sí, lo digo sin miedo a equivocarme porque cada vez que inhalo aire en mis pulmones siento algo que tú no puedes sentir. El aire helándome el pecho por las mañanas me duele de una manera que tú nunca podrás comprender ni aprender en ningún libro, ni en ningún grupo elitista de pseudointelectuales, ni en ninguna barra de fútbol, ni en ningún bar ahogando tus penas en ajenjo. Es así como te digo que tú nunca podrás entrar en mis zapatos para comprender mis emociones más de lo que yo te pueda querer informar, y es ahí, en ese pequeño y oscuro rincón entre mis cejas y mi nuca, donde se encuentra mi libertad.
Esta es mi manera de liberarme de todo tipo de discusión en el que quieras enfrascarme. Nunca voy a ser lo suficientemente inteligente, ingenioso o erudito como para intercambiar contigo más de dos frases. Nunca voy a intentar cambiar tus ideas sobre la revolución. Nunca voy a mirarte pensando que eres un idiota por pensar de esa u otra manera. Simplemente no me interesa lo que pienses.
Por otra parte está lo que una persona pueda sentir y enseñarme de sí misma. Eso es lo único que me interesa de verdad. Me parece que las personalidades más fascinantes son aquellas que se desenvuelven entre el misterio y la inocencia. Son difíciles de comprender para los simples mortales, pero para los observadores y atentos ojos de un vigía está clara su naturaleza ingenuamente apasionada e innatamente libre. Ahí está la verdadera magia de la vida, en las personas genuinas e intensamente bellas de alma. ¡Qué me importa que no sepan escribir! ¡Qué me importa si no comprenden lógica, matemáticas o gramática! Las ideas crean en las personas un rictus asqueroso a gravedad, en cambio los sentimientos verdaderos se ven reflejados en los rostros de sus dueños a través de una juguetona mirada de la más pura inocencia. Si yo pudiera vivir en un mundo donde todos fuésemos como niños, inocentes y libres, probablemente mi mirada se suavizaría y mi piel no estaría generando estas marcas a tan temprana edad. Es una lástima vivir en este mundo lleno de ideas y ambiciones y tan carente de afecto y amor. Pero por ahora no me queda más que esperar y seguir buscando entre los rostros a esas personas que irradian juventud y belleza de sentimientos, mientras los años se van marcando en mi rostro sin vuelta atrás.
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