"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo." Oscar Wilde
domingo, 25 de diciembre de 2011
Carta de un hombre despechado
Hola. Estoy despechado. Te veo paseando a tu amorcito tan bueno y puro, todo "un caballero medieval"- como si tal cosa fuese algo bueno y no un insulto (con su machismo exacerbado al nivel mil disfrazado de gentiles y afectados gestos, de música de gaitas y violines para niños que aún están atravesando su adolescencia, duh)- y me dan unas ganas terribles de vomitar sangre. Te veo con tus perfectos rizos, tus perfectos ojos negros, tu perfecta piel de porcelana blanca y me doy cuenta que estoy perdido, todavía. Pero me da un poco de risa también, y mi risa lacónica es seca y áspera, exactamente el tipo de risa que haría que te alejaras aterrada de mi lado, porque yo no uso lindas camisas planchadas por mi madre, ni mi pelo es ondulado, y claro, mi risa es siniestra y sórdida. Já. Parezco un puma observándote desde lejos, y tú eres mi presa. Sin embargo, una gacela es más rápida que un puma, y me ganas esta carrera. Quizá en otra vida te alcance. Por ahora te dedicaré románticos y dulces poemas en secreto, escribiré en los muros tu angélico nombre, y trataré de hacer de mí un ser civilizado y quizá, si tengo suerte, pueda volver a acercarme a ti y escuchar tu dulce voz desde cerca una vez más.
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