Te quieren silenciar, te dicen qué hacer y cómo hacerlo, constantemente.
Yo no los oigo ni les obedezco.
Mi vida es mía y prefiero morir antes que entregarle mi libertad a alguien.
Vamos caminando ciegos y cojos porque hay una gran hermandad que pretende coartar nuestras libertades. ¿Quiénes son?, ¿Por qué lo hacen?, no lo sé. Sólo sé que están ahí y nos observan, y nos manejan con sus hilos invisibles a través de los medios de comunicación, de una educación mediocre y de la pobreza. Porque la pobreza limita tu existencia a la producción para sobrevivir, alimentarte y reproducirte. Te limitan llenándote de deudas gracias a las que no puedes dejar todo atrás y vivir la vida. Nadie tiene derecho en nuestros días a dejar la monotonía vital asquerosa: estamos atados a un pedazo de tierra, estrecho por lo demás, que es delimitado antes de que nazcas y antes de que tus padres nazcan. Y mientras tú estudias en un colegio técnico donde te enseñan a trabajar, en otro lugar de la ciudad, que para ti está casi prohibido conocer, estudian tus futuros jefes, cuyos padres, angustiados, se esmeran en perpetuar el sistema de mierda que te hunde poco a poco. Somos pocos los que conseguimos liberarnos. Somos pocos los que conseguimos abrir los ojos y negarnos firmemente a aceptar las cosas como están. Entonces que no me vengan con idioteces intelectuales, que no me vengan con que a través de la discusión solucionaremos el problema. La maldad que nos rodea, la ambición política desmesurada, el egoísmo y la necedad social son tumores que deben extirparse a través de una gran operación y una posterior quimioterapia. Así que déjate de mirar en las noticias cómo la gente se manifiesta y ponte a gastar los zapatos y los pulmones si de verdad quieres cambiar algo.
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