Se suman más y más críticas hacia la calidad de los docentes en Chile, algunas bien fundadas y otras basadas más en la lógica periodística de crear una noticia a toda costa que en la de indagar para encontrar respuestas. Todos se sienten con el derecho de opinar sobre educación. Todos creen que es un trabajo que cualquiera puede hacer.
Me da rabia que digan que a pedagogía entran los puntajes más bajos en la PSU, mientras hay universidades privadas e institutos en los que ni siquiera se exigen trescientos puntos para entrar a estudiar Pedagogía, ni ninguna otra carrera. Entonces en la tele aparecen todos los periodistas diciendo "¡cómo es posible!", "es una vergüenza para el país"... Para mí, lo que es una vergüenza de verdad es el sueldo miserable al que aspira un profesor, en comparación con otros profesionales. Lo que es una vergüenza son los colegios que se caen a pedazos mientras sus sostenedores viven en fastuosas mansiones y conducen los autos más caros. Es una vergüenza que la calidad de los colegios se mida de acuerdo al valor de sus cuotas. Es una vergüenza que el profesor, además de enseñar su respectiva materia, deba hacer de psicólogo, terapeuta, consejero, trabajador social y padre de cuarenta y cinco niños de un curso, de sólo un curso, porque por el bajo sueldo al que debe restringirse se ve en la obligación de hacer clases en dos o más colegios, lo que multiplicaría el número de niños al triple o más.
Para mí, la verdadera solución al problema educacional es que cada uno de los miembros de la comunidad educativa asuma sus responsabilidades y trabaje en búsqueda del bien común. El día en que cada individuo se de cuenta del lugar que ocupa en la sociedad y cómo su lugar es importante quizá podamos aspirara a vivir en un país más justo y con una educación que crezca en función de los individuos y no del sistema.