domingo, 25 de diciembre de 2011

A veces pienso que soy un animal:
no sigo reglas que no sean las de la ortografía y las de mis entrañas.
Si alguien intenta dictarme una norma le escupo en la cara.
A veces prefiero ser un animal, el lobo de estepa me comprende sin dudas,
porque no hay peor para mi olfato
que el olor de la obediencia
servir a un pobre habitante del infierno igual a mí.
Cuando alguien me muestre una posibilidad de cielo,
paz genuina, esa que cuentan en las películas,
tampoco le creeré.
Soy un animal salvaje y pobre;
no tengo mayor esperanza que la de pasar cada día,
sobreponerme un día más al calor de mis entrañas que me mata
este maldito dolor que me carcome
y como un río indómito erosiona las piedras más duras de mi corazón.
Un animal necesita pocas cosas: yo necesito agua y comida;
las sombras de la noche esconden mis pasos
cuando salgo a buscarte: tú, materia misteriosa que alimenta mi sangre.
Soy un lobo, un puma, un ave de rapiña.
Recogeré las sobras de tu vida y las haré mías.
No busques en mis actos lógica alguna,
no busques grandes actos de heroísmo,
no busques cerca mío la paz,
porque lo único que hallarás es ruina.
Prefiero ser un animal que un esclavo de una mentira.

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