martes, 27 de abril de 2010

Poema III

Sácame de la certeza, mi amado Ángel.
Sácame de la duda, amado terror.
Porque la tierra tiembla
justo donde se posan mis pies
cuando intento comprender algo de esto.
Y entonces el suelo se llena de agua
y al final del camino invisible
estás tú mirándome
con tus ojos de inocencia...
Y son rojos, todo es rojo en ti:
Tu boca y tu sangre que no saciarán
mi sed.
No, no. Todo es confuso ahora.
Todo se esconde detrás de tus ramas,
querido árbol de otoño. Todo se esconde
detrás de tu natural profundidad
y en mi densidad.
Yo no soy fácil,
deberías saberlo ahora.
Mis palabras no te acariaciarán siempre
en un murmullo o un suspiro de ternura,
también pueden ser afilados cuchillos
que quizá alguna vez ya no puedas soportar.
Y al final todo escurre como el agua bajo mis pies.
¿Me has visto llegar?
¿Me has visto hundirme en el suelo?
No me quiero acercar
porque después el alejarse duele más.

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