miércoles, 2 de septiembre de 2009

¡Filosofía USACH en toma!

¡Vamos que podemos!
(Me carga el tan repetido "vamos que se puede")


El hermano mayor le impedía moverse porque le agarraba de los brazos. Y él sólo podía patalear, gritar, llorar, pero no conseguía librarse de la fuerte atadura de esas manos frías. Sorpresivamente el hermano menor giró su torso en un movimiento brusco y logró safarse de la atadura firme de su opresor. Al tocar el suelo corrió en plena libertad y huyó lejos de las cadenas que antes lo amarraban. Nadie supo de él en años.

Con el paso del tiempo, el niño frágil y pequeño de antes se convirtió en un hombre fuerte que, con la pérdida del miedo, transmitía una seguridad infatigable a todos los que lo rodeaban.

Un día de quemante sol y viento tibio apareció por las fronteras del pueblo un hombre joven y poderoso encabezando un grupo de personas parecidas a él. Todos lucían ropas sencillas, sandalias y el pelo -algunos lo lucían largo, otros corto- volaba al compás del viento cálido. Caminaban al ritmo del aliento de la tierra: pausadamente; ninguno mostraba algún gesto de violencia, recelo o resentimiento. Su poder residía en su mirada: eran miradas que nadie había visto jamás: en ellas se veía reflejada toda la profundidad del espíritu libre y, por sobre todo, una serenidad posible sólo en el que sabe que actúa desde la verdad, la única posible, la propia verdad.

El grupo avanzó a paso firme durante un tiempo hasta que de pronto se detuvo frente a una vieja casa que lucía abandonada. El hermano menor cruzó el jardín lleno de plantas resecas y piedras toscas y tocó la puerta unas cuantas veces. De adentro no hubo respuesta durante unos minutos hasta que de pronto, tras un doloroso crujido, la puerta se abrió. Un hombre viejo de gesto cansado salió al encuentro del joven.

-¡Hermano!- dijo el hombre viejo.

Tras un silencio agónico, el joven alzó su brazo fuerte al encuentro del antiguo opresor. Este, asustado, retrocedió. Sin embargo, en la mano del joven había un pequeño frasco del que cayeron gotas de un perfume exquisito en la cabeza del viejo.

-Hermano, lo que tú me hiciste nunca volverá a repetirse aquí, ni en ninguna parte donde alcancen a llegar las gotas de este perfume que no fue hecho por mí, ni los que me acompañan. Fue hecho por la naturaleza misma, exhaló de la tierra, de las flores y de todo lo bello que podemos observar a nuestro alrededor. No hay un hombre que viva en medio de la violencia capaz de comprender los alcances de la libertad. En ella está toda la belleza. Eso es este perfume.



(Ya, qué paja seguir)

No hay comentarios: